Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente y toca hablar de greenwashing o lo que es lo mismo, las estrategias de marketing y comunicación destinadas a crear una imagen de responsabilidad medioambiental que no se corresponde con la realidad.
Practicado desde los años 60, el greenwashing aumentó en la década de los 80 cuando aumentó la concienciación ciudadana en torno al medioambiente. Fue el periodista Jay Westerveld, quién acuño el término, tras observar un cartel en un exclusivo hotel de las islas Fiyi, invitando a los huéspedes a reutilizar las toallas, con el fin de ahorrar agua y así «preservar la naturaleza». Una idea que a priori buscaba reducir el impacto medioambiental, pero que, en realidad, respondía a los intereses de la cadena hotelera, que buscaba ahorrar costes para financiar sus planes de expansión en la zona.
Una praxis comercial desleal que vemos con demasiada frecuencia, en detrimento de las empresas verdaderamente sostenibles.
Pero no todo está perdido, la Comisión Europea se ha propuesto ponerle coto a este fenómeno. El pasado 22 de marzo presentó su propuesta de Directiva sobre declaraciones medioambientales, como parte de las propuestas impulsadas por la Unión Europea en el marco del Pacto Verde Europeo.
La medida pretende implantar un marco regulador armonizado en materia de declaraciones medioambientales, así como perseguir las declaraciones ecológicas vagas y engañosas realizadas con el fin de mejorar la imagen de una organización sin ir acompañadas de acciones medioambientales concretas.
De tal forma que los consumidores que apuestan por lo ecológico tengan la garantía de que lo es y las empresas que hacen un verdadero esfuerzo medioambiental no sufran la competencia desleal de las que solo lo aparentan.
Así que paciencia, que llegará un día en el que lo sostenible ya no sea solo una etiqueta.