O cómo los medios de comunicación sacan partido de un atroz asesinato para conseguir las mejores audiencias de la temporada. Se ha convertido en el caso del verano. Hace unos días saltaba a los titulares de los medios de comunicación cómo Daniel Sancho, hijo del actor Rodolfo Sancho y nieto del recordado Sancho Gracia, se había declarado culpable del asesinato y descuartizamiento de Edwin Arrieta, un prestigioso cirujano colombiano con el que presuntamente mantenía una relación. Los hechos sucedieron en Tailandia donde ambos se encontraban pasando unos días. Crimen pasional, un país allende los mares, verano… ni los mejores escritores de novela negra hubieran imaginado un guion mejor. Sin embargo, y como suele suceder en estos casos, los ángulos desde los que se ha tratado esta truculenta historia son muy diversos y variados, acercándose todos ellos al sensacionalismo de una forma desmesurada e intentando, en muchos de ellos, presentar al asesino como víctima y a la víctima como verdugo. Pero, ¿cuál es la clave para conseguir que los medios sean lo más objetivos posible? ¿Qué líneas no se deben traspasar y cómo se deben enfocar este tipo de informaciones?
Presentar los hechos basándose en las 5W del periodismo parece, sin duda, la opción más adecuada para conseguir una información rigurosa y lo más veraz posible. Sin embargo, en los medios, cada vez prima más la inmediatez, la curiosidad, y, sobre todo, el sensacionalismo, olvidándose de acciones tan importantes como contrastar las fuentes para no ofrecer informaciones falsas en cuestiones tan delicadas como lo es este caso. ¿Estamos en la era del “todo vale” por conseguir mejores audiencias? ¿Es el verano una época propicia para intentar sacar partido de un escabroso crimen? Parece que sí. Este tipo de sucesos se han convertido en uno de los contenidos más destacados en todas las televisiones actualizando casi al minuto, salvo en la Televisión Pública, donde se han limitado a exponer el caso y cómo evoluciona.
Especular con el crimen, cómo se produjo, si se trató de un descuartizamiento o un desmembramiento, dónde se han encontrado los restos de la víctima e, incluso, el ticket de la compra del asesino son los protagonistas de titulares diarios en Antena 3 y Telecinco que se miden diariamente para ofrecer la mejor exclusiva. No podía quedarse atrás Cuatro que, con su especial Código 10, batió todos los récords de audiencia del programa. Esto solo tiene una lectura: al espectador le interesan y mucho este tipo de contenidos, más aún en verano; y, por eso, las televisiones lo saben y se esmeran en ofrecer lo que la audiencia les pide.
Analizar este caso en prensa escrita nos ofrece detalles muy diferente y, así, hemos podido ver cómo la denominada “prensa rosa” ha optado por suavizar la imagen del presunto asesino e, incluso, llegar a presentarlo como una víctima más, ya que se encontraba amenazado por quien terminó convirtiéndose en su rehén. En cualquier caso, todos los medios que se han hecho eco de lo sucedido, lejos de intentar acercarse a la verdad, buscar diferentes fuentes, etc. han convertido un truculento crimen en un completo espectáculo, donde lo menos importante es lo que pasó y donde priman detalles como la habitación donde pasaron sus últimas horas, las 14 partes en las que presuntamente descuartizó el cuerpo o el dinero en efectivo que portaba Edwin Arrieta (en torno a 80.000€). Es más, en algunos hilos de Twitter se ha destacado la homofobia que había existido al tratar esta noticia, intentando enturbiar la imagen del cirujano por ser homosexual.
¿Es posible que todo se haya suavizado porque el padre del asesino, Rodolfo Sancho, y su abuelo, Sancho Gracia, son dos reconocidos actores en nuestro país a los que los medios buscan no salpicar? ¿Habría sido el mismo enfoque si el asesino o el asesinado no contaran con cierto “prestigio social”? Lo que sí parece evidente es que la línea que mide cuando estas informaciones comienzan a convertirse en un circo, es muy fina y es muy sencillo atravesarla. Tratar este tipo de sucesos en televisión no es sencillo y se corre el riesgo de “contagiarse” por la competencia. Pero, también el de no aprender, y es que, por mucho que se suceden estos casos y que cada vez que pasa, nos prometemos no volver a caer en esto, no traspasar ciertos límites y tomar nota para cuando vuelva a suceder, esto no suele cumplirse y, seguramente, volveremos a encontrarnos ante un suceso parecido, que se enfocará de forma muy similar… luego vendrán los arrepentimientos.