El estreno de la esperadísima Matrix Resurrection está a la vuelta de la esquina. Para los que somos amantes del sci-fi es sin duda uno de los grandes acontecimientos cinéfilos del año. Y si además nos dedicamos a la comunicación y al marketing, doble ración de emoción. Porque esta película es un buen ejemplo de que en el mundo de la publicidad, a veces menos, es más.
Vivimos en la era del hype, que puede convertirse en un arma de doble filo, porque cuanta más expectación se genera ante un producto, más posibilidades hay de que la gente se sienta decepcionada después. La clave suele estar en el tipo de información que se desvela para generar el interés. Normalmente dosificando bien esa información y desvelando solo lo justo, es más fácil que esas expectativas se cumplan… e incluso se superen.
Esto aplicado al marketing tiene el mismo efecto. Y una de las sagas cinematográficas que lo ha sabido aprovechar a la perfección, es Matrix.
Todo empezó en 1999 con una simple pregunta: ¿Qué es Matrix? Porque aunque hoy sea difícil de imaginar, hubo un tiempo en que nadie sabía lo que era. De hecho, si vemos el teaser trailer original, ahora tiene sentido porque conocemos la historia, pero en realidad sólo ofrece un montón de imágenes, sin ninguna información o pistas de lo que realmente quiere contar la historia.
¿Qué es Matrix? Una pregunta y unas imágenes sugerentes muy bien escogidas bastaron en 1999 para generar un interés genuino. La gente empezó a hacerse preguntas, a generar sus propias teorías y a fantasear sobre las posibles respuestas a esa pregunta que nos planteaban. Y las salas de cine se llenaron. Y nació una de las sagas más famosas de la ciencia ficción moderna.
22 años después, lo han vuelto a hacer. Y ha vuelto a funcionar. Para esta cuarta película, Matrix Resurrection, el equipo de marketing de la Warner Bros. nos ponía los dientes largos sin necesidad de desvelar demasiado. Con una pregunta escondida, y antes de lanzar el trailer oficial, nos invitaban a entrar de lleno en un universo que ya conocíamos y echábamos de menos: ¿Pastilla roja… o azul?
La estrategia se basa en una web interactiva que te anima a escoger tu realidad, y dependiendo de tu elección, te presenta una serie de vídeos sobre la película. Hasta aquí parecería algo normal, si no fuera porque las posibilidades son tan amplias que es casi imposible que dos personas visualicen a la vez el mismo vídeo. Existen más de 180.000 variaciones disponibles. Y en ninguna se muestra más de lo necesario. Lo justo para generar interés.
Personalmente más de una vez me he llevado una desilusión tras ver películas que no ofrecían mucho más de lo que ya había visto en la campaña de marketing. Hoy día se desvela tanta información clave de la trama, que acudes al cine buscando mucho más, con la consiguiente decepción posterior. Es cuando el hype se vuelve contraproducente.
A veces basta con sembrar la semilla de la duda y apelar al misterio o a la sugestión… para que quieras ir más allá, pero sin saber qué vas a encontrar exáctamente. Y eso se consigue dejando al espectador con la miel en los labios, no ofreciéndole el tarro entero. A veces menos, es más.
Otro ejemplo que me viene a la mente es el trailer original de Alien en 1979, considerado uno de los mejores trailers en la historia del cine. En él no se muestran escenas concretas, ni conversaciones, ni siquiera hay una voz en off… solo imágenes vertiginosas y un inquietante sonido de fondo, además de una frase como colofón final, que pone los pelos de punta. Os invito a verlo y compararlo con versiones posteriores, que entran en más detalles y eliminan buena parte del encanto.
Y vosotros ¿qué realidad marketiniana preferís?