Creatividad e Inspiración
Jesse, Celine; Richard y Amy: una historia de creatividad y comunicación
Me gusta entender la creatividad como la capacidad de no hacer siempre lo mismo para obtener resultados diferentes. En comunicación siempre ha sido uno de esos santos griales del sector y, de hecho, históricamente, la figura del “creativo” en las agencias de publicidad era lo más parecido al gurú por el que se peleaban los grandes ejecutivos, como se hace en el mundo del deporte con las estrellas. Y no digo que ya hayan dejado de serlo, pero lo que sí es cierto es que el concepto creatividad se ha democratizado. Aunque siempre habrá personas con mayor capacidad para desarrollar pensamientos creativos, ahora sabemos que no es una habilidad exclusiva de ciertos privilegiados, sino que es algo que se puede estimular y trabajar a través de diferentes técnicas.
No es mi intención hacer aquí un profundo análisis de todos los métodos que existen para impulsar la creatividad, pero seguro que todos hemos hecho alguna vez diferentes ejercicios para explorar nuevas perspectivas o encontrar alternativas originales. Desde los habituales braimstorming, hasta los mapas mentales o la sinéctica. Y aunque todos me parecen muy útiles, por encima de todo, siempre he creído que lo más importante para ser creativo es observar el mundo que nos rodea, fomentar el conocimiento, tener curiosidad y aprovechar las experiencias del día a día. De hecho, de ahí es precisamente de donde beben muchas de las grandes expresiones artísticas.
Uno de los ejemplos más bonitos que recuerdo, quizá porque tiene que ver con una debilidad personal, es la director de cine Richard Linklater y la trilogía “Before”. Para mí (y para muchos otros) es sin duda la mejor saga romántica de la historia del cine. La relación entre Jesse y Celine se narró en tres películas, separadas cada una de ellas por nueve años: “Antes del amanecer” (1995), “Antes del atardecer” (2004) y “Antes del anochecer” (2013).
El concepto creativo de basar la historia en el diálogo y la comunicación entre sus dos protagonistas, mostrando la evolución de sus sueños, ilusiones y proyectos, puede parecer sencilla. Pero la realidad es que este recorrido narrativo a través de los veinte años que transcurren desde la noche que se conocen en Viena, el 16 de junio de 1994, hasta la cena que comparten en la costa griega del Peloponeso, convirtió un producto independiente de bajo presupuesto en toda una obra de culto, uno de los proyectos cinematográficos más originales de la historia. Hasta el punto de que ha ido acumulando premios y nominaciones desde que consiguió el Oso de Plata en el festival de Berlín.
Y lo más interesante es que el origen de esta brillante idea de Linklater fue una experiencia personal. Resulta que un buen día de 1989 conoció a una chica en una tienda de juguetes de Filadelfia y, lo que empezó con un saludo fortuito, acabó en toda una noche juntos, hablando y paseando por la ciudad. Tras aquel primer encuentro, trataron de mantener el contacto, pero después de llamarse algunas veces, no lo consiguieron. Por eso, cuando rodó “Antes de Amanecer” en 1995, seis años después, lo hizo también con la ilusión de que Amy Lehrhaupt (así se llamaba ella), se reconociera en la historia y se reencontraran. Pero nunca apareció. Lo triste es que, muchos años después, Linklater descubrió que Amy había muerto en un accidente de moto unos meses antes del estreno de la película. De ahí que, en los créditos finales del último capítulo de la trilogía, “Antes de Anochecer”, aparezca la dedicatoria “En memoria de Amy Lehrhaupt”.