Campañas para el recuerdo
El artículo del 14 de noviembre de 1983 en El País que creó un “producto” eterno
Los medios de comunicación han cambiado mucho durante los últimos años. El denominado “cuarto poder” está hoy en pleno proceso de transformación digital, pero sea cual sea el formato que acabe imponiéndose, no dudo de que su influencia en los asuntos sociales y políticos del país seguirá siendo relevante.
Seguro que cada uno de nosotros podríamos recordar muchos ejemplos de grandes exclusivas, titulares e hitos mediáticos, pero hoy me quiero detener en uno concreto con el que crecí y que me retrotrae a mi infancia.
La España de la década de los ochenta estaba indudablemente marcada por la ilusión de una democracia recién estrenada, tras unas primeras elecciones en 1977 y la aprobación de nuestra Constitución en 1978. Para muchos, los 80 son una década irrepetible, en la que todo parecía pasar por primera vez, con cambios culturales, políticos, sociales y deportivos sin comparación con ningún otro periodo de nuestra historia. Después de superar con éxito el golpe de Estado de 1981, el país abrazó definitivamente la modernidad y aparcó el miedo. Nació una nueva televisión, una nueva etapa de la publicidad y nuevas formas de ocio (los primeros videojuegos). Fueron los años de la revolución sexual, la revolución cultural y creativa (con la movida madrileña como principal exponente) y un cambio trascendental en el mundo del deporte.
Y es aquí donde realmente empieza nuestra historia de hoy. El 14 de noviembre de 1983, el periodista de El País, Julio César Iglesias, publicó un artículo titulado “Amancio y la quinta de El Buitre”. Sin saberlo en ese momento, acababa de escribir una de esas noticias que pasan a la historia del periodismo, poniendo nombre y apellidos a una de las revoluciones que vivía nuestro país esos años. Se dice que la repercusión del aquel artículo fue tal, que el propio entrenador del Real Madrid en aquel momento, Alfredo Di Stéfano, llamó al periodista para charlar sobre ello y debatir sobre la posibilidad de dar la alternativa a esos chicos que estaban llamando a la puerta del primer equipo.
Pero un momento. Quizá para entender bien la importancia del artículo es necesario que echemos un segundo la vista atrás y expliquemos un poco mejor qué es eso de “la Quinta”. El fútbol llevaba ya muchos años en España, aunque, hasta entonces, si había algo que definía a nuestros futbolistas eran los atributos de “raza”, “furia” o “carácter”. Y todo eso estaba muy bien, no digo que no sean valores importantes, pero la Transición estaba afectando a todos los aspectos de nuestra vida y el fútbol no podía ser menos.
Así, en el Castilla Club de Fútbol (equipo filial del Real Madrid), empiezan a destacar cinco jóvenes chavales. Al igual que pasa con las nuevas irrupciones del momento en la música o el cine, estos chicos vienen con una nueva forma de ver el fútbol, la vida y el mundo del deporte. Eran futbolistas sí, pero con inquietudes. Nunca abandonaron sus estudios y llegaron a ser Licenciados en Ciencias Económicas y Empresariales, Medicina, Doctorados en Filología Hispánica e incluso uno llegó estudiar en la Universidad de California, en Los Ángeles (UCLA). Los que compartían vestuario con ellos comentan que no era raro escuchar a alguno hablando de Camus, Valle Inclán, Baroja o la Generación del 27.
El filial donde jugaban empieza poco a poco a atraer incluso más espectadores que el primer equipo, todo el mundo quiere verlos jugar y el Castilla se convierte en el primer y único filial de la historia en ganar el campeonato de la Segunda División.
Quizá, lo que vino después nunca hubiera ocurrido en otro contexto. Pero pasó. Y aquí es donde volvemos de nuevo al artículo de Julio César Iglesias que comentaba antes. Él dio nombre al fenómeno (hablando en términos de comunicación creó un “producto”, lo empaquetó) y el talento y las ganas de cambio hicieron el resto.
El final de la historia es ya muy conocido. Unos veinteañeros Pardeza, Sanchis, Michel, Martín Vázquez y Emilio Butragueño subieron al primer equipo en apenas un año (algo impensable en el fútbol de hoy) y marcaron una época quizá irrepetible. Y no me refiero a los títulos (más de dieciséis) sino a que, pese a que fueron ellos los que sin duda inauguraron el fenómeno fan en nuestro fútbol, lo hicieron sin perder la cabeza, sentando las bases de los éxitos actuales y dando vida a un producto, el de “la quinta de El Buitre”, que sigue vendiendo casi cuarenta años después.