Estos últimos meses, en mayor o menor medida, todos hemos vivido experiencias que que nos han hecho recapacitar y replantearnos nuestra vida, nuestro trabajo… nuestro papel y nuestra responsabilidad en todo lo que está pasando. Y como ocurre en momentos difíciles, se ha hablado mucho de la importancia de la “resiliencia“, esa capacidad que tenemos las personas para sobreponernos a cambios drásticos y a momentos dolorosos o traumáticos en nuestra vida.
También se habla mucho de cómo los momentos difíciles pueden reforzarnos y enseñarnos cosas nuevas. No se trata de qué nos pasa, sino de cómo afrontamos esa situación y qué capacidad tenemos para aprender de ella y llegar a ser incluso mejores personas. Una mala situación es capaz de sacar lo mejor que hay en nosotros.
En la vida personal lo hemos visto a lo largo de todo este tiempo, en esa entrega y esa ayuda desinteresada los unos a los otros, y en esa sensación de “estar juntos en esto”. Pero ¿Y en la vida profesional? ¿Sirve de algo esta resiliencia? Pues todo parece indicar que sí.
La principal clave es el pensamiento positivo. La resiliencia implica intentar cambiar el enfoque para salir del vaso de agua, en lugar de ahogarnos en él. Seguro que durante el confinamiento, muchos de nosotros hemos empezado a apreciar pequeñas cosas y detalles que antes pasábamos por alto. Nos hemos conocido mejor. Nos hemos dado cuenta de que por muy mal que se pongan las cosas, somos capaces de salir adelante. Y hemos conseguido superar esos primeros momentos de tensión y de estrés, para abrazar la nueva situación y afrontarla de la mejor manera posible.
Esta actitud es también muy importante en el trabajo. Porque todos sabemos que el día a día de cualquier compañía está marcado por imprevistos, contratiempos y retos constantes a los que tenemos que hacer frente. Pero lo más interesante de todo es que existen formas de potenciar esa resiliencia dentro de las empresas.
He aquí algunos consejos para mejorar la que algunos denominan “resiliencia profesional”:
- Capacidad de improvisación. De cara sobre todo a los constantes imprevistos, es bueno ser flexible y fomentar la capacidad para actuar fuera de lo planeado.
- Convertir la presión en algo positivo. Para muchos trabajadores, sobre todo altos directivos, la presión es ya algo natural y parte de su día a día. Para salir airosos, un buen truco es aceptar la presión e intentar convertir en positivos todos los elementos que ésta trae consigo. Pensar que “presión” puede ser igual a “aprendizaje” y “crecimiento profesional”.
- Ser resolutivo. A lo largo de la vida profesional vamos a tener que tomar decisiones en momentos críticos y de estrés, en los que lo más fácil pueda parecer tirar la toalla y dejarse llevar por el pesimismo. Sin embargo, hay que respirar, calmarse y tomar una decisión sin miedo. ¿Y si nos equivocamos? pues ya tenemos ahí otro “aprendizaje” para próximas ocasiones.
- Ser previsor. No siempre es fácil, pero intentar adelantarnos a posibles problemas nos ayuda a estar preparados en el caso de que éstos se presenten. Esto hará que nos adaptemos a ellos de forma más fácil y rápida.
- Motivación y buen ambiente laboral. Este punto es casi el más importante de todos. La presión, las crisis, los problemas, los errores, el estrés… todo esto se sobrelleva mucho mejor si al mismo tiempo dentro de la empresa y de los equipos se fomenta la autocrítica y el sentido del humor. Tenemos que aprender a reírnos de nuestros propios errores, restarles importancia y aprender de ellos.
Ojalá la resiliencia personal nos ayude a todos a potenciar y mejorar la resiliencia también en nuestro entorno laboral. Por conversaciones que escucho y artículos que leo últimamente, parece que en muchas empresas (la mía incluida) los malos momentos nos han acercado todavía más a nuestros compañeros de trabajo y nos han ayudado a ver las cosas con otra perspectiva. Ahora lo que tenemos que hacer es potenciar esa actitud y mantenerla cuando volvamos a la normalidad. Que volveremos.